domingo, 20 de octubre de 2013

¿Y?, ¿encontrará fe en la tierra?

¿Se encontrará fe
sobre la tierra?

Cuando grita la viuda
con la virulencia 
que el hambre de Justicia
alimenta.

Cuando grita el niño
con hambre de
pan
y de justicia.

Dios grita.

Cuando grita el explotado,
el abusado,
el solitario,
el desvalido y desesperado
por verte y 
darte gloria,
por seguirte.

Dios grita.

Dios Escucha.

Cuando los pequeños caen por 
boca
mano
vida
skandalon.

Gritan.

Dios grita.

Y cuando los corazones de quienes siguen al 
Nazareno, llenos de amor,
como sólo Dios es
son capaces de ponerse al servicio,
son capaces de hacerse oveja,
de rezar para la vida,
y de hacer la vida como un rezo.

Cuando curan las heridas
de darle al hombre 
pan y vino de fraternidad,
una palabra
una mano
la vida.

Sí.

Jesús encontrará fe sobre la tierra.

Uno sólo basta.

Para que Jesús encuentre fe sobre la tierra.

Toda la tierra.


domingo, 13 de octubre de 2013

El leproso, el samaritano, el último (Lc 17, 11-19)

La lepra es un mal que aún causa estragos
en el mundo de hoy...
 Lucas siempre lo he encontrado interesante, por las imágenes que hablan del amor de Jesús por los que son nadie, por los pobres, apartados, excluidos por el poder imperante. Es un evangelio altamente poderoso en un claro mensaje; Jesús viene a proclamar el Reino a los que son menos, los sobrantes, y viene a liberar del pecado, tanto personal como social.

Resulta sorprendente, pues, notar que no sólo son receptores pasivos, sino que, además, ante el paso y las palabras del Maestro, reaccionan y asumen una actitud activa, de reconocimiento y gozo por lo hallado.

Ése es el mensaje plasmado en la lectura de este domingo, donde Jesús se encuentra con un grupo de indeseados, de rechazados según la Ley Mosaica (Ver Lev 13-14). Se trata de leprosos, impuros para el judaísmo. Nadie podía acercarse a ellos; de hecho, no sólo era impuro un enfermo de lepra (cualquier mancha cutánea podía ser lepra, también), sino todo lo que tocaban. De ahí que en el v. 12 aparece que ellos "se pararon a distancia".

No voy a detallar la curación, es evidente que Jesús realizó el milagro-signo en los enfermos (interesante el hecho que Jesús ni siquiera los tocó, sino que más bien los mandó presentarse a los sacerdotes, y se curan mientras están en marcha). No, voy a quedarme en los leprosos y en la actitud de uno de ellos.

Son diez, para empezar. El diez siempre se ha asociado a lo pleno, a lo que es fácil de recordar: 10 dedos tiene la mano, por ejemplo. 10 debarim-mandamientos dio Yahveh a su pueblo, 10 plagas mandó a Egipto, como señal de su poder ante el Faraón... quizá el escritor evangélico quiere que tomemos en cuenta y recordemos a estos 10 leprosos.

Pero sucede algo insólito: uno de esos diez "se volvió alabando a Dios en voz alta y, postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le dio las gracias" (v. 15s).

1º De esa cantidad (10), uno, sólo uno del grupo aparece delante de Jesús, alabando el verse liberado de la exclusión, del verse apartado. Se siente nuevamente parte del ser-humano, digno, liberado.

2º Para más remate, quien se lanza a los pies de Jesús es... un samaritano, un ser absolutamente odiado por los habitantes de Judea, despreciado hasta la muerte.

No es la primera vez que aparece un samaritano como ejemplo de fe firme y acción fraterna, cosa que se debiese esperar de un hijo de Israel. Fue un habitante de Samaria quien ayudó al viajero asaltado y maltratado hasta la desesperación (cf. Lc 10, 29-37). Lo más bajo a los ojos de los escogidos, el que precisamente reaccionó como debiese hacerlo alguien que ha recibido la Ley Mosaica, que reza el Shemá varias veces al día, ése fue prójimo. Y el extranjero, el despreciado, el último de los últimos, fue el que corrió, el que fue agradecido, el realmente lleno de fe, el que se llenó del Espíritu del Señor. El que vino a dar gloria fue el extranjero, no los nueve restantes (quienes fueron a cumplir la ley al pie de la letra; eran, por ende, judíos).

El correr del samaritano devela el último acto de inclusión en el proyecto del Reino: libre de las ataduras que lo mantenían prisionero, al ver que no formaba parte de los escogidos, se dirige a Aquél que no rechaza a nadie, menos a los que son parias, pobres, miserables. El "levántate y vete" es signo de que nuestro ex-leproso y samaritano resucita y avanza, desde ese punto de partida (lugar de muerte y glorificación) hacia el testimonio. Quien sana participa de la resurrección, es nueva persona, asciende y se hace más humano, más pleno.

La fe fue lo que salvó a este samaritano: la adhesión plena a la persona de Jesús, a quién reconoce como alguien más que maestro (v. 13). De ahí los gestos anteriormente mencionados. Los demás sanaron, pero con la sensación de haber cumplido con los remedos de un acto de sanación propio de un curandero. El excluido es incluido, no por sólo el acto de sanación, sino porque le ha liberado, plenamente, en forma integral.