miércoles, 30 de enero de 2013

Una persona, doble naturaleza: Cristo y nosotros

En estos días de vacaciones, bastantes agitados en cuanto a una serie de actividades, me dediqué, en los lapsos de tiempo libre, a reflexionar sobre un hecho que, en este Año de la Fe, debiese ser tomado en cuenta.

Primero, no está demás decir que Cristo posee dos naturalezas: la humana y la divina, ambas no mezcladas, sino perfectamente totales, no una menos que la otra. Por ende, Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre.

En eso estamos muy claros, pero ahora me pasaré a otro punto, que quizá le parezca poco relacionado...

Vemos en el seguimiento de Jesús dos tipos, que quizá no se presenten tan puros, pero que, a mi juicio, son tipografías del cristiano de hoy:

Unos, podríamos llamarlos "fideístas". Son aquéllos que hacen de la vida cristiana pura contemplación. Rezan frecuentemente, asisten a la celebración eucarística, leen la Biblia, asisten a cada procesión que exista... Y eso. Nada más. Su vida espiritual se reduce a un ámbito privado, a un mascar reglas y leyes, a mirarse como uno mismo. Por darles un ejemplo, las Escrituras las leen en un ámbito muy personalista, más aun, individualista, dejando todo para "su" vida, lo que dice a "su" existencia. El ser cristiano no trasciende más allá de estas personas, poco les importa la vida de los demás.

Otros, son los "ONG". Ven al mundo, a los demás, en una actitud positiva, abierta, y se vuelcan en su ayuda, con todas las fuerzas posibles. Realizan obras amparadas en la Iglesia, apoyan y cumplen cabalmente el mandamiento del amor al prójimo. Pero... Muchos de ellos, no obstante, olvidan el trasfondo de fe que impulsa a tan noble labor humanista. Olvidan el contacto central con Cristo, que vino a hacer el bien entre los hombres. La Iglesia funciona como cualquier fundación, a sus ojos.

Exacerbar cada uno de esos niveles transformaría negativamente nuestro creer. cuando uno se desarrolla sin el apoyo del otro, termina distorsionando el sentido del ser cristiano, del seguimiento de Cristo.

Como dijimos anteriormente  Cristo posee doble naturaleza... Y nosotros, como discípulos, estamos llamados a lo mismo, al entrar en la totalidad de Cristo. El encuentro con su persona completa implica eso, un frente a frente con la totalidad de Cristo, no sólo por partes. La respuesta debe ser total. búsqueda del saber, conocimiento y una vida espiritual plena, unido consustancialmente a una labor social total, en defensa de los pobres, oprimidos, practicando el mandamiento del amor con cada persona.

El cristiano integral ha hecho de Cristo un ejemplo absoluto de lo que es la persona que sigue al maestro.  Un hombre que reza, que vive la Eucaristía, ve la manifestación de Dios en los sacramentos, pero que además se transforma en sacramento en el mundo, y actuando como Jesús, que devuelve la vista a los ciegos, que corta las cadenas de los oprimidos, y proclama el Año de Gracia del Señor.

Hay que decirlo, no obstante: durante años, la Iglesia a propuesto el Ser Cristiano como aprenderse el catecismo, "oír misa" y condenara cada cosa extraña y moderna. Muchas persona, en esta época, permanecen con esa mentalidad, incluso promoviendo un estilo de cristianismo más parecido a un budismo impersonal, individualista. El giro de la Iglesia, después de CVII, permitió descubrir con fuerza la dimensión del otro, del Cristo que tiene hambre. sed, está desnudo, preso, agonizante, explotado, desaparecido.

Por ello, debemos actuar en forma integral, como cristianos plenos, de una persona, pero doble naturaleza: divina (oración, interpelación por la Palabra, etc.) y humana (acción social, denuncia profética, etc.)

Pidamos a la Virgen que podamos compenetrarnos del Cristo total, Aquél que nos dice "sígueme".

Paz.-



lunes, 21 de enero de 2013

Vinum Bonum, Vinum Generosum (Jn 2, 1-11)

El evangelio de hoy domingo es especial... El primer signo de Jesús, o dicho de una forma más clara, milagro. Y no lo realizó en cualquier lugar: fue en una boda, casorio, matrimonio, himeneo, o como usted quiera llamarlo.

Existen varios comentarios exegéticos excelentes, que usted puede encontrar en los links que he puesto abajo, así que estas palabras son pensamientos personales con respecto a las palabras de Juan.

En medio de la fiesta ya antes mencionada, se acabó el vino... Tragedia! El vino es símbolo de alegría, de gozo, de sana y gozosa dimensión. Y se acabó... Mal, muy mal, un carrete que no se ve con buen final.

Muchas veces nos quedamos con exageradas leyes, normas, exacciones, perdiendo el sentido de la vida, que está llena de Dios, de la alegría plena de su presencia y que se libera de lo que es insípido y sin sabor, como el agua de las vasijas que se mencionan después. Perdemos el norte, más preocupados en cumplir, sin dejar que esta Buena Nueva se haga eso: Buena Nueva, noticia que llena nuestras expectativas  nuestros anhelos profundos. Pasa en la Iglesia, en la vida comunitaria, en la vida personal.

Pero Cristo, que aparece de pronto, en esta fiesta, nos regala la posibilidad de seguir celebrando, o, sin ir más lejos, comenzar a celebrar el gozo de la fe, de esa fe que es el encuentro con este celebrante, que viene a traer los nuevos tiempos, que viene a ser el que pone la plenitud de las bodas mesiánicas, que se ven representadas en el texto. Nos libera de aquello que nos ata, nos llena la mente de juicios, de ver las cosas con mente cuadrada y obnubilada por todo lo que no es el amor pleno y desinteresado. Es vino nuevo, que es generoso, no se da en pocas cantidades, sino que se reparte por litros. El vino mejor.

Dejemos que el Señor nos transforme, y seamos nosotros mismos vino nuevo, que viene a llenar el mundo de esperanzas y alegrías. 

Y que la figura de María, paso entre la antigua y la nueva alianza, que libera de la ley y nos cambia el corazón de piedra, nos enseñe la fe total, que no es ciega, sino que, al contrario, nos hace plenos, conscientes y nos regala el discernimiento para anunciar, denunciar y consolar. 

La Paz.-


jueves, 10 de enero de 2013

Con todo...




Con todo amor y alegría
con toda la esperanza y el hombro,
con cada segundo y experiencia,
brota la vida en un surco.

Y no me digas que la esperanza está muerta,
que los dolores están en direcciones poco rectas,
que la muerte es la señora.

Porque Aquél que es dador y Señor de vida
nos levanta,
y caminamos, y miramos su espejo
pobres
explotados
tristes
desalentados
aplastados.

Y comemos entre ellos,
y les damos
la esperanza en lo pleno,
Dios se pone
con los humildes.

Preparen
los caminos del Señor.




domingo, 6 de enero de 2013

Manifestación: el sentido de lo católico... (Mt 2, 1-12, Epifanía)

Hoy, Domingo, celebramos la fiesta de la Epifanía, la fiesta de los Magos de Oriente, los que vienen a adorar a Jesús, el niño envuelto en pañales.

Los Magos, que, debido a la interpretación litúrgica de Is 60, más específicamente el versículo 3, se les asigna el título de Reyes, venían desde las lejanas tierras orientales, en busca de quién sería el rey mesiánico, anunciado como el Cristo (Mesías) prometido al Pueblo de Israel. Son sabios, que practicaban el estudio de los astros (astro -nomos y -logos), y que eran mal mirados, sin duda por el hecho de querer buscar conocimientos más allá de lo permitido, de hurgar en misterios que únicamente Dios podía permitir.

Pero, no nos detendremos en eso, sino en el signo fundamental de este gesto.

Estos personajes, como dijimos, llegaron guiados por esta estrella, signo de la luz, que Jesús trae al mundo. Fueron guiados desde lejos, y -ésta es una contrariedad para muchos de los que se dieron cuenta- eran paganos, extranjeros, que no creían en el Dios de Israel, el de la Ley, el del Templo.

¿Cómo un grupo de no creyentes en el judaísmo pudieron viajar kilómetros de kilómetros, cruzar medio mundo, para ver al niño, cumplimiento del Mesías, del hijo de David, por tanto tiempo esperado, aquél que restauraría el trono de David, y, más aún, adorarlo?

La única explicación: Cristo se ha manifestado a todos, no sólo a Israel, sino que al mundo. Dios, que ha puesto en el corazón de cada hombre el anhelo de buscarlo, se expresa, se manifiesta a cada ser humano, creyente y no creyente, en la figura del pequeño rey, hundido en pañales, no aquél que gobierna en Jerusalén ni ejerce su poder mediante la opresión, sino en aquél que es la humildad, la pobreza, gloria no por joyas ni tronos, sino por ser siervo, que viene al mundo a traer un tiempo de Gracias del Señor. uno que nace no en la capital, sino en un pequeño pueblo, Belén.

Estos magos honran, adoran, ofrecen obsequios... y se van, no vuelven a Herodes, a quienes antes interrogaban, en busca de ese rey, y que motivó el estremecimiento del monarca y de toda Jerusalén.

Es complicado este texto, sin duda: un rey que es contrariado por la aparición de un supuesto "usurpador", los maestros y todas las figuras religiosas de Israel, que se mostraban enceguecidas (tenían en sus narices las palabras del profeta Miqueas, Mi 5, 1-3) ante el signo poderoso que se les presentaban al frente: unos magos, paganos.

Cristo se manifiesta al mundo, se hace puerta, entrada de un reino que viene a quedarse en medio de nosotros. Los magos no se quedaron en Belén, tampoco se convirtieron a la Ley mosaica, es más, se fueron. Se fueron, a dar testimonio entre sus pares, en su pueblo y su cultura, del mensaje poderoso de un rey, envuelto en pañales, en una pobre vivienda. Entonces, ¿qué esperamos para ser como estos magos? Nos carcome la burguesía, el acomodarnos, el creer que vivir dentro de las parroquias, participar "dentro de" va a asegurar la presencia de Dios en medio de nosotros, de nuestras poblaciones, de nuestro pueblo. ¡No! Salgamos de nuestras parroquias, seamos como estos hombres del Oriente, y entreguemos, en el espíritu del diálogo y la entrega, el mensaje de este niño pascual, que aparece y se manifiesta en medio de nosotros. De nada sirve ocultar el fuego, la mecha que arde... Sirve para alumbrar, no con luces nuestras, sino con las luces claras del Señor. Que muestra el camino y permanece con nosotros.

Volver al sentido de lo católico, lo universal, no como acto de conquista temporal, sino de epifanía de amor, de acontecimiento, en medio de los Hombres. Sin imponer, sino comprendiendo y, sobre todo, amando, siendo signo.

El rey ha sido honrado, y después vivirá la persecución, la tragedia de huir, de escapar a Egipto, y haciéndose en sí mismo la historia de Israel, que va a Egipto, y que vuelve libre, victorioso, en brazos de María y de José.

En este tiempo, que para varios puede ser un tiempo de angustia y sufrimiento, no nos dejemos cegar por la seguridad y por la sed de grandeza (Como los escribas y sacerdotes, que esperaban que el mundo se volviera a ellos, al templo, y a Jerusalén), miremos los signos de los tiempos, y entreguemos el mensaje de los Reyes Magos, que traen esperanza, consuelo, paz, a cada ser humano, independiente de su cultura, de sus costumbres, de su lengua, de su lugar de emplazamiento.

Y, sobre todo, vivir esta manifestación en la alegría!! Algo que hemos perdido, quizá por las formas erradas de fe que se han recibido desde antaño. Aquel que ha recibido la manifestación de Cristo en su vida, aquél que ha sostenido un encuentro frontal con Él, no puedo otra cosa que alegrarse, que sentir el gozo tremendo de ver a Jesús, persona, acontecimiento, que viene a llenar nuestras existencias de sentido.

No imponer, sino comprender... Sin seguridades, sino a saltar a la aventura y la alegría de anunciar.

La Paz.-