lunes, 21 de enero de 2013

Vinum Bonum, Vinum Generosum (Jn 2, 1-11)

El evangelio de hoy domingo es especial... El primer signo de Jesús, o dicho de una forma más clara, milagro. Y no lo realizó en cualquier lugar: fue en una boda, casorio, matrimonio, himeneo, o como usted quiera llamarlo.

Existen varios comentarios exegéticos excelentes, que usted puede encontrar en los links que he puesto abajo, así que estas palabras son pensamientos personales con respecto a las palabras de Juan.

En medio de la fiesta ya antes mencionada, se acabó el vino... Tragedia! El vino es símbolo de alegría, de gozo, de sana y gozosa dimensión. Y se acabó... Mal, muy mal, un carrete que no se ve con buen final.

Muchas veces nos quedamos con exageradas leyes, normas, exacciones, perdiendo el sentido de la vida, que está llena de Dios, de la alegría plena de su presencia y que se libera de lo que es insípido y sin sabor, como el agua de las vasijas que se mencionan después. Perdemos el norte, más preocupados en cumplir, sin dejar que esta Buena Nueva se haga eso: Buena Nueva, noticia que llena nuestras expectativas  nuestros anhelos profundos. Pasa en la Iglesia, en la vida comunitaria, en la vida personal.

Pero Cristo, que aparece de pronto, en esta fiesta, nos regala la posibilidad de seguir celebrando, o, sin ir más lejos, comenzar a celebrar el gozo de la fe, de esa fe que es el encuentro con este celebrante, que viene a traer los nuevos tiempos, que viene a ser el que pone la plenitud de las bodas mesiánicas, que se ven representadas en el texto. Nos libera de aquello que nos ata, nos llena la mente de juicios, de ver las cosas con mente cuadrada y obnubilada por todo lo que no es el amor pleno y desinteresado. Es vino nuevo, que es generoso, no se da en pocas cantidades, sino que se reparte por litros. El vino mejor.

Dejemos que el Señor nos transforme, y seamos nosotros mismos vino nuevo, que viene a llenar el mundo de esperanzas y alegrías. 

Y que la figura de María, paso entre la antigua y la nueva alianza, que libera de la ley y nos cambia el corazón de piedra, nos enseñe la fe total, que no es ciega, sino que, al contrario, nos hace plenos, conscientes y nos regala el discernimiento para anunciar, denunciar y consolar. 

La Paz.-


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