Hay momentos en que las
aguas del corazón
son sólo
un mal afluente, un pozo seco
o una napa sin perforar.
Hay días que esos océanos
se tornan el desierto más enfermante,
el llanto más polvo,
el viento seco
de una angustia que traspasa
y se hace lanza y fuego.
No es el Fuego que quema,
no,
no es zarza.
Es el fuego que quema y te transforma en las nubes
sueltas de un verano
cubierto e infamado
por los espacios ígneos que
aplastan los bosques.
Jesús llega al Jordán,
torrente de la vida
Jordán
Jesús.
Aguas que quiero me inunden, aguas que anhelo
despedacen las costras
de un desierto sin gracia
desgracia.
Juan bautiza con agua de Jordán.
Jesús, torrente que cubre
humanidad
creación.
La paloma es unción,
nos trae la paz de una alianza
de aguas dóciles y limpias.
Éste es mi hijo muy querido
amado
predilecto,
en él
me complazco.
Quiero ser torrente.