Escribir se ha vuelto un no-acto, una posibilidad dentro de tantas que no se ha concretado; tan vano se ha vuelto pensar siquiera en resucitar esta página.
Pero el deber manda, o más que eso: el amor por dejar estampadas unas palabras con algo de Java, Internet y las imaginaciones que me atascan. no es, evidentemente, deber-por-deber, sino un deber-por-querer. Y eso, sin duda, no es lo mismo.
No pretendo alargarme, el remedio debe funcionar en pequeñas dosis. Si se inocula todo de un viaje, puede provocar síntomas y una enfermedad que, sin duda, será peor que el medicamento aplicado.
Con humildad, de a poquito, vamos reviviendo este blog. Perdón por la pereza: hay días que siento que hago mis notas por una sed de autorreferencia radical (no creo que otras personas las lea, así es mi fe en este canal). Pero, por la inercia de las ganas que estaban carcomiendo mis entrañas, menester es arrancar de nuevo.
Antes de cortar comunicaciones, consejos de vida: ser servidores, ver al otro más allá de un horizonte aplanador, sino a alguien en quién volcar el Eros de la vida apasionada por los otros. Entrar en la casa del pueblo, conocerlos y darles lo mejor de sí, más aún, la vida entera. Crucificarse y resucitar por los hombres y mujeres que necesitan de ser colocados en los planos de visión, muchos de los cuales son esclavos de una vida y de un orden de cosas que los hace sentirse culpable de los fracasos y desaires de su vida, siendo en realidad el fruto podrido de inusticias, esclavitud, muerte y dolor.
Mirar al mundo con amor, dar de sí lo mejor, y ver con los ojos del maestro de Nazaret, sin normativismos, sino en clave pneumatológica. Dar razón de la esperanza no es sólo explicar intelectualmente una condición de creyente, en clave de convencimiento racional; se trata de de-mostrar, con hechos y palabras encarnadas, lo visto, lo oído.
Eso. Fin del comunicado