jueves, 6 de septiembre de 2012

Carlo María


Recibí un día, de manos de mi polola, un libro como regalo... el cual ya había sido avistado por mi persona hace un tiempo atrás. Se llama "Coloquios nocturnos en Jerusalén", y se trataba de una extensísima entrevista a dos hombre, religiosos jesuitas. Uno de ellos era Georg Sporschill, un compadre genial, de un espíritu de servicio a los jóvenes que me hace recordar a nuestro padre Hurtado. Y otro, un hombre ya entrado en años, y, según lo que leía, era cardenal y un biblista de importancia. Se llamaba Carlo María, cardenal Carlo María Martini, ex arzobispo de Milan y que descansaba de sus años llenos de actividades y su, en ese momento, incipiente mal de Parkinson. 

Lo primero que nació como reflexión a la lectura del texto fue... Pucha los compadres buenos para madrugar! Era impresionante el constatar que lograran elaborar miles de ideas a altas horas de la madrugada, cuando yo apenas me sostengo pasada la medianoche.

Leyendo a estos noctámbulos, que al menos no sacrificaban su descanso nocturno al son del reguetón, de los vicios, sino en torno a una agradable conversación, comencé a vislumbrar en ellos, y en especial al cardenal Martini, un aura, algo fresco, una ventana abierta.

Monseñor Martini hablaba con la voz del Concilio Vaticano II, como una brisa que saca lo podrido, lo carnalmente humano, en su oscuridad, en sus juicios. con la voz que cambiaba, con esa dulzura de suavidad, una Iglesia anquilosada, misteriosa, triunfante, pero que no reflejaba al mundo el mensaje siempre claro de Cristo "vayan y anuncien a mis hermanos, que vayan a Galilea"... al mundo, que la Iglesia deje de ser un vetusto islote en medio del mundo, y que saliera a él, en el ánimo del Evangelio: dialogar, comprender, y entregar la verdad, la verdad que es el amor entre los hombres de toda lengua, raza, pueblo y nación, de toda religión y creencia. Incluso los que no creían!! No hay condena, sino comprensión y esperanza, el ánimo de ver las cosas en común, el por qué no creen, sin ánimo de anatemizarlos, como antaño. 

A pesar de la persecución por parte de los tradicionalistas, siguió adelante, hasta el punto de ser nombrado arzobispo de la diócesis más grande de Europa, la de Milán, en donde ejerció su pastoral con energía, con tezón, sin rendirse a las críticas vacías. Sus opiniones eran -y son y seguirán- escuchadas con atención por todos lo actores de la sociedad, generando sendas polémicas muchas veces, tanto dentro como fuera de la Iglesia.
Cercano a los jóvenes, Martini les tendió una mano, no los expulsó ni echó en cara su falta de experiencia. Los buscó, los entendió, creo lazos fuertes, los animó a una vida espiritual de gracia y de servicio a los demás, de ponerse a la escucha. Cientos de jóvenes le deben una fe fuerte, plena, de entrega, y, por qué no decirlo, la vida misma

Me sorprendía el énfasis en la biblia... Las Sagradas Escrituras! Sin ellas, no conocerás a Cristo, decía San Jerónimo, sin estas palabras, que la Iglesia ha recibido para leerlas, practicarlas, vivirlas dentro de esta comunidad, no conoceríamos el amor de Cristo, que nos mueve, nos llena de gozo y de esperanza, que nos empuja al servicio al prójimo, que nos increpa con la dulzura del remanso... Martini encontró en ellas el camino a seguir, el mensaje del un Cristo Liberador de todas nuestras cadenas, tanto personales como sociales, un Cristo que nos motiva a la vida, a la esperanza, a la caridad.

No tener miedo al presente, y verlo con los ojos del Nazareno, esa es la lección que nos deja Carlo María, un espacio para el futuro. Mucho bien hubiese sido para todos una probable elección como Papa. Pero ha hecho más en esta vida, y con eso basta. 

Tomando las palabras del célebre teólogo luterano Dietrich Bonhoefer, Carlo María Martini era, como Jesús, un "Hombre-para-los-demás".

Don Carlo María, descanse en paz... Y que el Señor te salga, junto con María y los santos y santas, a recibir, para escuchar tan bellas palabras como "bien, siervo bueno y fiel,ya que has sido fiel en lo poco, voy a ponerte al frente de mucho... Entra en el gozo de tu Señor..." (Mt 25, 21).

La Paz.-




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