jueves, 21 de marzo de 2013

Tres veces el viento...

Pasado mucho tiempo ha de la elección de nuestro Papa Francisco, hace más de dos semanas, quiero hacer un breve esbozo, que ayudará a entender su figura, y la importancia capital en la vida de la Iglesia, necesaria de nuevos vientos, un neuma de nueva vida y energía.

Es Latinoamericano... Pertenece al continente de la esperanza, donde residen la mayor parte de los católicos del mundo, lugar de la formación de una conciencia teológica que solidariza con los pobres y excluidos. Un lugar con la frescura de sus múltiples paisajes, y que se ha convertido en la reserva espiritual de la Iglesia, en reemplazo de una Europa que se precipita hacia el abismo existencial, económico, cultural, religioso. La misión que trae Francisco es la misión de la Iglesia de nuestro continente: ser más cristianos, más fraternos, con más compromiso por la salvación, contra el pecado y la injusticia que nos aplasta. Latinoamérica es un continente crucificado, pero que sabe resucitar, con una visión integral y total del ser cristiano.

Es jesuita... Pertenece a la más importante orden religiosa de la Iglesia, en cuanto a número e influencia. Ser jesuita implica ser una persona altamente preparada en lo intelectual, con un alto uso del don de la razón, con el fin de apoyar en la reflexión de todo el cuerpo de los cristianos. Ser jesuita es estar en la vanguardia, en lo social, siempre con la opinión clara para las cosas importantes que suceden en el mundo. Siempre un paso adelante, y, a la vez en la frontera. Por ello el sufrimiento y persecución por los siglos (dos expulsiones y una supresión) habla de su importancia y vocación profética, de su convicción de firme compromiso por y con el Evangelio. Francisco, como uno de ellos, imprimirá los signos de los tiempos en su pontificado, con la inteligencia y nobleza de un hijo de San Ignacio.

Es Francisco... Como San Francisco de Asís, Il Poverello, quizá uno de los santos más cercanos a la figura y centralidad de Cristo, viviendo en pobreza, entre sus hermanos, en comunidad, devolviendo a la Iglesia el signo de Cristo en medio de los Hombres: pobreza, anuncio, solidaridad. Francisco ha de tomar las columnas de la Iglesia, estructura que se desmorona, para levantarla, no con soberbia, ni como los héroes de la antigüedad, sino con la humildad y sencillez de un seguidor de Cristo, que se hace último, pobre, rechazado, kenótico... exhaltado por el Padre, levantador de las piedras y corazones de nuestra comunidad eclesial.

Bendito seas Señor, por este ejemplo de solidaridad, de sencillez, que viene a renovar y limpiar aquello que se haya de limpiar, y de poner aquello que se haya de poner.

Que María, Madre de los Pobres, lo proteja en su ministerio-servicio petrino, que será difícil, sin duda, pero que tendrá los santos frutos que la Iglesia anhela.

Paz.-



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