Aprovechando la redacción de este mini trabajo, quiero compartir el resumen de la charla de don Sergio Fernández, presidente de la fundación Jacques Maritain en Chile. Esta ponencia se realizó en el marco de las XIII Jornadas de Filosofía, organizadas por el Instituto de Teología de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
El siguiente análisis parte del trabajo y el pensamiento de Jacques Maritain, el cual busca formar nexos entre la cultura y la religión. A partir de sus reflexiones, elabora una visión en donde el cristianismo entra a formar parte de la historia, del mundo, aceptándolo y valorándolo.
Este proceso reflexivo se realiza en el contexto de un momento de la historia, conocido como Modernidad, que es básicamente el despojar de fundamento cristiano aquellos conceptos que, precisamente, provienen del pensamiento y la acción cristiana. En este contexto, vale mencionar que durante los años de la edad Media, la sociedad se organizaba de forma desmedidamente sacral, pasando, a partir de la Revolución francesa, a un rechazo y olvido de Dios. Si bien, la Revolución Francesa, la Ilustración y el Renacimiento produjeron grandes trastornos en el pensamiento occidental, fueron, empero, aviso y recordatorio para una búsqueda del equilibrio entre mundo y cristianismo. Ya la Iglesia buscaba instancias para el diálogo, de la mano del papa León XIII. No obstante, con Pío IX sobrevino una actitud de condena absoluta a lo moderno.
¿Qué debe hacer un cristiano en el mundo?¿existe una cultura cristiana? La respuesta es un NO, el cristianismo trasciende las culturas, les da sentido, dialoga con ellas. Así, en este diálogo, surge un nuevo humanismo, teocéntrico, integral, de la Encarnación: discernir la historia tal cual era o es, a la luz del pensamiento cristiano. Un dejar desenvolver lo humano en la vida del ser humano, teniendo en cuenta que es lo espiritual la raíz de la cultura, de toda cultura.
En estos tiempos, ya no se viven los problemas y haberes de la Modernidad, ha existido un cambio de época, lo que hoy conocemos como Pos-Modernidad (algunos la llaman Modernidad Tardía), donde se produce un giro, un cambio antropológico de proporciones, que desemboca en una crisis de valores de la modernidad anterior. Priman la libertad como emancipación, un dominio despótico de la naturaleza, una producción desembocada, producto de lo anterior. Asistimos ante un reinado del individualismo, del consumismo, de la depredación del medio ambiente.
En la cultura actual, se develan cuatro aspectos que la caracterizan:
- cultura de la emoción: la emoción se ha convertido en la forma efectiva de acceso al conocimiento, es el nuevo concepto para referirse a la experiencia. Como las emociones son pasajeras, y la razón dependen en gran medida de ellas, éstas se tornan circunstanciales. Es común ver (y promover) a los jóvenes el buscar nuevas sensaciones, de todo tipo.
- Cultura del lucro: existe una polarización mundial en torno a lo monetario, el dinero se transforma en criterio de desarrollo integral. El neoliberalismo transforma al dinero en el centro de la vida social.
- Cultura de la tolerancia: no se trata, en realidad, del diálogo respetuoso, del intercambio de opiniones, sino de una indiferencia a lo social, de una subjetividad social: “que el otro haga lo que le da la gana; total, no me interesa”. La sociedad se convierte en una masa amorfa, un montón de desconocidos.
- Cultura de la indiferencia religiosa: además de la evidente indiferencia a lo religioso, junto con ello se vive un proceso de subjetivización de la religión, que está profundamente relacionado con un desprecio hacia la religión-institución.
Vivimos en un momento en que el creer, la fe, se ve como una instancia de fundamentalismo, pero el Cristianismo, también tiene algo que decir, analizando “los signos de los tiempos”, con comprensión, empatía, aportando siempre con soluciones integrales para el hombre de Hoy.
En lo personal, es imposible mantener una actitud sectaria, como Iglesia, ante el mundo. Somos parte de él, y estamos llamados, como cristianos, al diálogo, al aporte y a la acción en lo social. No sacamos nada con permanecer encerrados en las parroquias, en actitudes pietistas o de "circo pastoral". La pastoral que Francisco promueve impone una visión activa ante los problemas, y buscar las soluciones, en pos de una sociedad fraterna, justa, iluminados por el Evangelio. En pocas palabras, mantener una actitud evangelizadora, no conquistadora; esto es, ser-como-Jesús.
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