lunes, 19 de septiembre de 2016

Cuándo entenderemos

que la patria son los hombres
que labran la tierra
y la fecundan con canciones, poesía,
el sol y la manos, las aguas y las conversaciones?

Es la esperanza la que mueve los
corazones herreficados.

Los fusiles son la tentación
del amor fácil y estruendoso,

son el amor propio.

Amar es dar
es mar y cordillera, es espacio para otros
de otros que bailan para hacer las cosas más
únicas, alegres, mejores.

Es la oración de la mañana, de quien mira hacia el metro cuadrado,
y se da cuenta que el metro es un torbellino de
historias.

La patria no es más que un corazón generoso, sin límites,
sin fronteras presuntuosas ni marchas de soldados
sangre de ofrenda de poderes y de dinero fresco
rociado de hemoglobina.

Es sólo el hijo que llora, la madre que mece,
un beso, un abrazo, un espacio que no existe
porque sin el otro, nadie surge
sino como un numeral.

Es un pan que se ofrece calientito, como
el alma, como el corazón generoso.
Como vino fresco.

Amor, eso falta. Más amor, menos fusiles.

Ser-para-los-demás.




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