martes, 7 de octubre de 2014

La Felicidad del Viejo

El viejo que observaba
la luna desde el monte
recordaba con alegría
la vida que esperaba sentado
un sueño de espuma y miel,
un amor de sombras de árbol,
mientras el mundo que vio al nacer
se tambalea en su egoísmo y ocaso.

El viejo era un niño que se mecía frente al río,
miraba a su amada y a la tierra virgen,
y vio que el cóndor y los pumas,
la montaña y el río que era su río,
río de ensueño y esperanza, lo invitaba a naufragar,
a crecer como la araucaria que su tío,
en empeño y posesión de verdades,
le mostró un amanecer de agosto.

El viejo nunca murió,
simplemente pensó y se rió
sentado en el monte,
nunca más una pesadilla,
nunca más la muerte.
Mientras la luna antorchaba
de azul el verde norte

del bosque.

(26/01/2010)



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