Tiempo se hace un poco apocado
y no se rebela contra la inocente
patraña de la condena.
Siento que en ese bosque, donde reina la sonrisa
más verdadera, donde el cielo asume los colores
de tus miradas
en ese espacio que blande el río y las
aves colmenan su estancia y la pueden
desmenuzar
en los encallados musgos y espantosas
sombras que pululan en los horizontes que se vuelven un vértice
en cada árbol que extraño
en cada beso ido y en cada oráculo
acallado en
puras verdades.
Ahí puedo sonreír y bailar.
Ahí puedo gritar con fuerza
como campana que repica
con amor.
Como cuerno que llama
con amor
bueno de verdad.
Por mientras, me dispongo a mirar el sol
y quemarme las entrañas
antes de que llueva y salga de esas nubes un estado de ánimo
imperecedero,
pero gentil, siempre abierto y dador de
verde
tiempo para cantar.
Tiempo.
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