miércoles, 25 de enero de 2017

La vida de Hernán (un desahogo)

Nunca conocí a Hernán. Era de Santiago, un bombero casado y con dos hijos, trabajador del MOP. Un voluntario que donaba su tiempo al combate de las llamas, donde se le llamara. Eso lo dijo la prensa. También supe que murió.

Murió en su puesto, con las botas bien colocadas, dando la vida por una familia que se pudo salvar. Era su misión, su objetivo, y lo logró. Un héroe, como los de antaño, de esos de muerte no vana, porque desprecian la muerte, la aborrecen. Aman tanto la vida, que su fragilidad pasa a un segundo plano.

El fuego inunda el país. Cientos de hectáreas son arrasadas por el paso cruel e ígneo de un elemento al cual temo, en lo personal. Familias quedan sin casas, pueblos completos quedan atrapados, cientos ven con desesperación perder sus vidas, enseres, animales. La misma desesperación con la cual cientos de bomberos y voluntarios tratan de apaciguar las indomables y salvajes estelas de un fuego criminal.

¿Quién tiene la culpa de esto? Hay varios responsables, por diversas razones, igual de graves:

- El descuido de todos, al encender mal una fogata, lanzar una colilla de cigarro al pasto, al realizar una quema agrícola... Pero, en esta coyuntura, el culpable parece ser, a las claras, la piromanía de ciertas gentes que, en el gozo enfermo de ver todo arder, dan partidas a las tragedias que están sucediendo. Ellos mataron a Hernán, sólo por sentirse imponentes ante el más temible de los elementos.

- Se habla de tragedia ecológica sin precedentes. Seamos serios: la tragedia ya partió hace décadas, con una política de destrucción masiva del bosque nativo y su reemplazo por el monocultivo de pinos y eucaliptus, los que han secado y acidificado la tierra. Estos árboles tienen elementos químicos que exacerban el fuego, lo avivan. Pero esas cosas son nimiedades al lado de los suculentos recursos de las tres familias controladoras del bosque... Bosque! pero eso no es un bosque, es una plantación, un cultivo de pan para hoy, hambre y fuego para mañana (o para hoy también). Todo esto, con el alto auspicio del estado de Chile, adivinen desde cuando.

- Un estado chileno que es cómplice de este generoso obsequio a las forestales, y que además carece de elementos de lucha eficaz para este tipo de desastres. La prevención y lucha contra los incendios forestales no son una política de estado! Y seamos serios: no es culpa de Bachelet. Simplemente ha sido continuadora de un olvido de años, desde Aylwin en adelante. La negligencia trasciende gobiernos, y no hay muchos visos de mejorar.

Veía en la tele las angustias y pesares de tantos habitantes, viendo con impotencia como todo se hacía cenizas. Claro, también esto con bastante discernimiento, tomando en consideración la atracción por el morbo de la tv chilena, gozadora de los puntos del rating, sin importar ver llorar y desgarrarse a las familias. Basta también de esta canallada.

Pensemos en ellos, en tantos que hoy no se van a dormir por salvar la vida, producto de tantos responsables que han dejado un daño terrible y, en muchos casos, irreparable.

Pensemos en la responsabilidad para con la casa común, nuestra tierra... ¿Tendrán que seguir ocurriendo estos horrores para tomar cartas y dejar de lado el egoísmo neoliberal y el dinero fácil que destruye nuestro planeta?

Y pienso en la vida de Hernán, cortada en sus 27 años. Cuántos más tendrán que partir? Pero el no partió. La nobleza de él y de los voluntarios que pelean la batalla contra las llamas los hace inmortales. Cuánto les debemos!



domingo, 22 de enero de 2017

Caminar, misión... Una vida

Quiero partir reconociendo que no quería ir. Que no anhelaba nada que fuera salir de este estado de pena que me carcomía, por el dolor de una traición a una promesa profunda que me destrozaba y me inmovilizaba hasta la petrificación. Mi corazón pasaba por la herida y no volvía a ser luz de nada. No quería nada, la verdad de las cosas.

Pero, finalmente, tomé mis pertrechos, mi llagado ser, miedo por montones. Plato, Biblia, mente por otros lindes, Esteban y Bauman acompañaban a mi tiple.

La misión. Encuentro con rostros que veía con frecuencia, pero con los cuales poco o nada había departido. Muchos asesores de comunidades y gentes de diversos sitios de la provincia. Chicos de la Argentina que cruzaron la cordillera y acompañaron con toda la vida a las hordas de muchachas y muchachos con deseo ardiente de salir a la misión. Yo estaba asustado, tenía miedo, mucho.

Un pequeño grupo de estos chicos fue asignado para viajar al interior del centro principal de nuestra misión (ya la estaba apropiando, quizá como quien se aferra al salvavidas). Desde Quilacoya, localidad de Hualqui, partimos a otros sector, aun más lejano y aislado. Barrancas Juntas era su nombre.

Lo que ocurrió en ese sitio fue simplemente indescriptible. Un semana de entrega generosa de la vida por parte de 11 personas y de quienes fueron esporádicamente fueron simplemente el motivo de reafirmar mi vida, mi fe siempre tormentosa, que anda siempre rogando al Nazareno que detenga la tormenta que inunda la barca de mi vida. Fue el espacio que anhelaba y al cual, en algún instante, quería sustraerme.

Los largos caminos del campo fueron un Evangelio abierto que mostraba, en las letras y frases de los árboles, el polvo, el viento y el calor, mensajes de vida de quienes hacían de ese paraje un cielo. La generosidad de las mujeres y hombres de Barrancas Juntas fueron un cuestionamiento claro y potente al egoísmo imperante en las ciudades de cemento y dolor. Hace tanto que no veía manos, palabras, gestos, risas y miradas de una pureza sincera, trasparente y llenas de la fe de los sencillos, aquélla que descoloca a los teólogos, los letrados y sabiondos del mundo. En Barrancas Juntas vive el Señor, caminando en esos rostros llenos de trabajo sacrificado, de humildad profunda. Caminaba Jesús por aquel lugar, en esperanza.

Nuestra comunidad de misioneros fue otro sitio en donde pude ver algo que hizo vuelco en la vida. Vi el amor entre amigos, hermanos inflamados por los corazones de Jesús y de la Virgen morena. Vi el cariño, la preocupación, contemplé la vida alegre y diáfana de una juventud que no es sólo cronológica, sino que es una experiencia constante, una actitud. Me sentí uno de ellos, me vi recuperando un tiempo que, pensaba yo, había ya perdido en el camino de los años y por tantas leseras vividas que fueron catarata en mis ojos. En ese lugar resucité, y sé que ellos también, a la luz de sus palabras, sus testimonios y de las geniales conversaciones privilegiadas en los caminos que se abren (frase pegada durante este tiempo). Son un tesoro, chiquillos... Gracias, sin ustedes esto no tendría sentido. Ustedes reafirman el que esté en la pastoral de egresados SSCC, el que vea en este espacio de fe vivida y anunciada la casa que por tanto tiempo buscaba. Son pura luz.

Dios no hace nada en vano, muestra un camino al cual podemos optar por seguir. Y eso hice yo, y eso fue lo que ocurrió a nuestras vidas, existencias. En ese transitar fuimos escuchando la voz del Nazareno, sentimos su presencia en lo natural, en las estrellas, en el amor, en el anhelo silencioso de justicia... Y nos configuramos con ese corazón, fuimos con Jesús hombres-para-los-demás, como diría otro enamorado de Jesús y de la causa del Reino, Dietrich Bonhoeffer.

Que los Sagrados Corazones nos llenen de fuego para anunciar, para vivir y para ser luz en medio del mundo, tal como ocurrió en nuestro amado Barrancas Juntas y en la misión de Quilacoya.

Y que nos endilguen siempre
por nuestras vidas.

Bendiciones... y Shalom.

Eres mi futuro y mi presente, Jesucristo;
mi horizonte sobre llanuras anheladas.
Desde ayer eres mi amigo:
desde siempre.
En la noche extiendo mi mano adolescente,
toco tus ojos, adivino tu mirada.

Eres canto, rocío, llamada
que despierta lo mejor de mi secreto.

Eres la fuerza de ser libre;
contigo voy clavando pasos monte arriba,
y cuando todo mi contorno se estremece
eres Tú el amigo, y permaneces. 


 (Tata Esteban Gumucio SSCC)