domingo, 22 de enero de 2017

Caminar, misión... Una vida

Quiero partir reconociendo que no quería ir. Que no anhelaba nada que fuera salir de este estado de pena que me carcomía, por el dolor de una traición a una promesa profunda que me destrozaba y me inmovilizaba hasta la petrificación. Mi corazón pasaba por la herida y no volvía a ser luz de nada. No quería nada, la verdad de las cosas.

Pero, finalmente, tomé mis pertrechos, mi llagado ser, miedo por montones. Plato, Biblia, mente por otros lindes, Esteban y Bauman acompañaban a mi tiple.

La misión. Encuentro con rostros que veía con frecuencia, pero con los cuales poco o nada había departido. Muchos asesores de comunidades y gentes de diversos sitios de la provincia. Chicos de la Argentina que cruzaron la cordillera y acompañaron con toda la vida a las hordas de muchachas y muchachos con deseo ardiente de salir a la misión. Yo estaba asustado, tenía miedo, mucho.

Un pequeño grupo de estos chicos fue asignado para viajar al interior del centro principal de nuestra misión (ya la estaba apropiando, quizá como quien se aferra al salvavidas). Desde Quilacoya, localidad de Hualqui, partimos a otros sector, aun más lejano y aislado. Barrancas Juntas era su nombre.

Lo que ocurrió en ese sitio fue simplemente indescriptible. Un semana de entrega generosa de la vida por parte de 11 personas y de quienes fueron esporádicamente fueron simplemente el motivo de reafirmar mi vida, mi fe siempre tormentosa, que anda siempre rogando al Nazareno que detenga la tormenta que inunda la barca de mi vida. Fue el espacio que anhelaba y al cual, en algún instante, quería sustraerme.

Los largos caminos del campo fueron un Evangelio abierto que mostraba, en las letras y frases de los árboles, el polvo, el viento y el calor, mensajes de vida de quienes hacían de ese paraje un cielo. La generosidad de las mujeres y hombres de Barrancas Juntas fueron un cuestionamiento claro y potente al egoísmo imperante en las ciudades de cemento y dolor. Hace tanto que no veía manos, palabras, gestos, risas y miradas de una pureza sincera, trasparente y llenas de la fe de los sencillos, aquélla que descoloca a los teólogos, los letrados y sabiondos del mundo. En Barrancas Juntas vive el Señor, caminando en esos rostros llenos de trabajo sacrificado, de humildad profunda. Caminaba Jesús por aquel lugar, en esperanza.

Nuestra comunidad de misioneros fue otro sitio en donde pude ver algo que hizo vuelco en la vida. Vi el amor entre amigos, hermanos inflamados por los corazones de Jesús y de la Virgen morena. Vi el cariño, la preocupación, contemplé la vida alegre y diáfana de una juventud que no es sólo cronológica, sino que es una experiencia constante, una actitud. Me sentí uno de ellos, me vi recuperando un tiempo que, pensaba yo, había ya perdido en el camino de los años y por tantas leseras vividas que fueron catarata en mis ojos. En ese lugar resucité, y sé que ellos también, a la luz de sus palabras, sus testimonios y de las geniales conversaciones privilegiadas en los caminos que se abren (frase pegada durante este tiempo). Son un tesoro, chiquillos... Gracias, sin ustedes esto no tendría sentido. Ustedes reafirman el que esté en la pastoral de egresados SSCC, el que vea en este espacio de fe vivida y anunciada la casa que por tanto tiempo buscaba. Son pura luz.

Dios no hace nada en vano, muestra un camino al cual podemos optar por seguir. Y eso hice yo, y eso fue lo que ocurrió a nuestras vidas, existencias. En ese transitar fuimos escuchando la voz del Nazareno, sentimos su presencia en lo natural, en las estrellas, en el amor, en el anhelo silencioso de justicia... Y nos configuramos con ese corazón, fuimos con Jesús hombres-para-los-demás, como diría otro enamorado de Jesús y de la causa del Reino, Dietrich Bonhoeffer.

Que los Sagrados Corazones nos llenen de fuego para anunciar, para vivir y para ser luz en medio del mundo, tal como ocurrió en nuestro amado Barrancas Juntas y en la misión de Quilacoya.

Y que nos endilguen siempre
por nuestras vidas.

Bendiciones... y Shalom.

Eres mi futuro y mi presente, Jesucristo;
mi horizonte sobre llanuras anheladas.
Desde ayer eres mi amigo:
desde siempre.
En la noche extiendo mi mano adolescente,
toco tus ojos, adivino tu mirada.

Eres canto, rocío, llamada
que despierta lo mejor de mi secreto.

Eres la fuerza de ser libre;
contigo voy clavando pasos monte arriba,
y cuando todo mi contorno se estremece
eres Tú el amigo, y permaneces. 


 (Tata Esteban Gumucio SSCC)


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