miércoles, 8 de agosto de 2018

Algunas concreciones.

Qué es un amanecer,
esos brillos, esas
cuatro horas, esos inmensos
espacios inundados
de las más bellas circunstancias.

Qué son esas dulzuras, esas risas,
esa lluvia que hacen los pasos
fértiles provincias
de los no vencidos
sino los que han triunfado el
remolino del corazón

y se convierten en una tarde
una mañana, una tarde,
tantas, tantas palabras.

Qué es esto que pasa, qué es esto.

En aquel viaje intercomunal, interestelar,
galaxia amplificada por los ojos
más bellos que vi,
me cuestionaba y blandía el
rojo corazón del agitado.

La esperanza no desespera, no se encamina
nuevamente
a una cuchillada, la inutilidad, la
temporalidad, errores
francamente
de la época pueril.

Es de verdad, la bicicleta es testigo
de tantas noches sin estrellas, de tantas lunas ocultas,

hasta que en el cielo se abrió a los destellos matutinos
de esa mirada, de esa risa,

esperanza, no la ilusión de una neblina a la cual la
convertimos en el castillo de naipes que,
por muy plásticos que sean,
can al primer suspiro.

No, esta cosa es la esperanza, es la alegría,
es el goce, es tantas
tantas cosas que pasan. Es
corazón tan
claro.

Cuando pasas por mi horizonte, como estrella leída
de alborada.


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