El viento que aparece con
frecuencia y renuencia,
empuja los cardúmenes y pólenes
hasta el profundo abismo de la
tierra, para zozobrar,
y crecer,
y entregarse a la locura orgásmica de la
vida, surgiendo loca para
alimentar el beso del mediodía.
Mañana serán las mil y una ciencias,
las mil y claras arboledas...
oh, cuanto tiempo que
no tocaba con locura las piedras de los líquenes,
aquellas barras de verde,
que sirvieron de noble asiento de
escribas y rebeldes,
de armados profetas y ricos
mendigos.
Y estabas coronada de noche, como
aquella que vendrá, por cierto,
para arrebatarnos de amor.
No me dejes, bosque sagrado, porque
sagrado me haces bien, porque
sacro naces de la vida, y te paras como
las montañas de la vida,
porque
de los bosques somos,
de ningún otro lugar,
de ningún otro lugar.
Del barro fuimos sacados,
y Esa mano nos sacó de
un bosque.
Corre hacia la planada, la varenada donde el
piñonero te espera con
cómplice felicidad.
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