lunes, 24 de agosto de 2015

Lenguaje duro, por esclerosis propia (Jn 6, 60-70)

Una actitud puede traer efectos profundos en el resto de la existencia. Y las palabras ejercen un efecto tanto o más fuerte, como un palo en la cabeza, o como un bálsamo sanador. Sí, de eso no hay duda. Cuando recordamos acontecimientos que nos marcan no lo hacemos de manera neutra. Operó un cambio que movió alguna entraña, neurona, pensar...

Pero en ello también nuestra libertad tuvo mucho que ver. La decisión ante el mensaje determina finalemnte los efectos de éste a futuro, pudiendo ser una marca profunda que sella nuestra adhesión, como también una herida, ante la cual se reacciona con violencia o desaliento.

Me centro en dos puntos: Jn 6, 60 y 68s. Como siempre, hay buenos comentarios con respecto a otros aspectos en relación al Evangelio de este domingo.

Jn 6, 60 expresa el escándalo de los hasta ese entonces discípulos de Jesús, ante el discurso que hoy conocemos como el Pan de Vida. No cayó para nada bien que Jesús se proclamara como pan compartido, bajado del Cielo, pan de comunión con el Padre y de paso, con los demás. No.Palabras fuertes y duras. Pero qué tan duras es algo que hay que poner a la luz.

En el griego, la palabra que vemos como "duro" es sklêrós... ¿Les suena? Claro, de este término derivan otros, como esclerótico, esclerosis, etc. Sabemos de la existencia de la ELA, la temida y terrible esclerosis lateral amiotrófica.

Mucho tiene que ver con lo anterior, sin duda. Rigidez.

Para estas personas, son palabras que petrifican, pero no en el sentido de la sorpresa tremenda y potente. Es esa petrificación que inmoviliza, que deja quieto y que cuya reacción no es más que un aquietarse y asegurar los buenos dividendo de una vida sin exigencias. Es un hacerse-el-sordo, de esa sordera profunda que hace que cada parte de nuestra existencia como cristianos se vuelva un calmarse, un volverse rígido, una muerte en vida. No vale la pena escuchar al Rabbi, la ética de una comodidad es la mejor regla.

Y se hacen duros, se esclerotizan ante el anuncio de la generosidad de Dios, Dios que es pan, Dios que se comparte en el hijo. En cambio, una piedra no es posible de comer. Se puede partir, pero al final se hace polvo sin más. Al ser dura, sólo sirve para arena, y la arena no es buena base para afirmar la vida (Cf. Mt 7, 26).

La respuesta de Pedro es la respuesta que el discípulo está invitado a dar: Jesús es el que tiene "palabras de vida eterna", no como discurso de un sabio eminente o como filosofía de academia, de ésa que sirve para vanagloriarse y arrellenarse (o sea, esclerotizarse). La Palabra/Logos es la vida misma en Jesús, sus palabras son la vida de profunda entrega por el Reino, es palabra que habla por medio de signos/milagros, es Dios mismo, palabra creadora (Bereshit, Gn 1,1; En Arkhê, Jn 1, 1), que crea la vida y hace nuevas las cosas (Cf. Ap 21, 5). Es vida para todos y exigencia para una vida de coherencia profunda con la misión de Jesús.

"Santo de Dios" es el título equivalente a Cristo/Mesías/Ungido. Y el Cristo de Dios es profeta que grita que Dios está entre nosotros y que no se queda quieto (como el primer motor inmóvial aristotélico, el mismo Dios que han querido introducir en el mundo cristiano, de manera lamentable); es rey que con brazo fuerte se abre paso y abre camino a su descendencia que camina con Él; es sacerdote que actúa en lo sagrado del mundo, obra de la Palabra, que es ofrenda fecunda y vida para este mundo, para que se mueva y no se petrifique (ojo: Pedro es Roca, pero para ser fundamento y partida de salida).

Bien vale pensar y ver si estamos llenos del vigor de un Evangelio que trae vida, o somos presa de esa reacción de seguridad que vuelve inútil todo movimiento. No quedemos pegados, tal como el padre Esteban Gumucio ponía en boca de los enemigos de Jesús (y de los que fueron sus amigos por un rato):

"Si ha decidido sanar
a toda clase de gente.
¡Es un hombre subversivo!
Ante tanta confusión
yo me quedo con lo antiguo
"


¿Caminemos a lo nuevo? Que la vida sea siempre instancia de compromiso y movimiento vital. Lo vivo se mueve, no quedemos duros, por ver al Emmanuel, sino que celebremos al Dios que es dinamismo y nos da el Espíritu que vivifica.




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