El olor de la ruda, un aviso
para partir, una enseña que me lleva
muy
lejos.
Quiere llover la noche, pero mejor
me da la pasada para recordar
y pensar, para nutrir y para
acompañar.
La luz, las veredas, los nubarrones
gente loca y gente triste
gentes.
Volar el vuelo de las noches
que conoció mi bicicleta.
Quizá un metro más, quizá
un sueño de lunas rotas,
o mejor un suelo donde posar
y tener presente.
Es el corazón del sueño,
o el sueño del corazón
cordial
recuerdo
cuerdo y con mis fantasmas lejos,
hasta que vuelve la ruda de la meta.
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